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- ¿Me dai tu número? - me dijo care raja el chiquillo de Tinder.
- Bueno - le dije, total, ¿qué iba a perder?, estaba en mi plena soltería y igual se veía mino en fotos (para mi gusto, ojo).
Y así fue como empezamos a hablar por Whatsapp y chateamos maratónicamente como 30 horas seguidas de cualquier cosa, "¿qué wea?" pensaba yo, teníamos chorrocientas cosas en común y me entretenía hablando con él, seguimos wazapiando y al tiro le mandó con la invitada a salir.
Nunca me había juntado con un desconocido porque puta, que miedo el cómo pueda resultar la cita; que sea un psicópata, que sea raro, que te caiga mal o que te haya hecho publicidad engañosa por las redes sociales, quién sabe, pero poco y nada me importó en ese minuto y me decidí a conocerlo. Tenía una tincada jarcor en el fondo del corazón -aw- de que todo iba a salir bien.
Era jueves, había salido de la clase de química y fui al bañeiro con las cabras a asikalarme un poco - había que dar buena impresión pues- y subimos los hermosos senderos de la cota mil hasta llegar a la entrada de nuestra casa de estudios, y ahí estaba su "lamboryaris" esperándome. Me despedí de las chiquillas más nerviosa que monja con atraso y me subí al auto de un X.
-¿¡Weeeena cómo estai!? - me dijo como si nos conociéramos desde siempre
Y nos fuimos hablando todo el camino, retomando temas que estabamos conversando por el chat un rato antes, etcétera. Lo miraba de reojo para analizar y comparar con las fotos de matador -yia- que tenía en Tinder. Al parecer sus fotos eran de varios años atrás, cuando estuvo en su punto, pero en verdad poco me importó porque hasta entonces me caía muy muy bien.
Manejó hasta el Teclados de Vitacuma, se bajó y oh-mai-gosh medía como dos metros y medio, me sentía como tal umpalumpa al lado de Charlie.
- ¡Oye!, ¡Mentiroso, medi más de 1,92!- le dije mirando casi que al cielo
- Es que ando con zapatos de construcción y son más altos, jajaja, pero tu igual eri alta po (1,67, pls)
Caminamos hasta el el bar y good-luck-for-us, ¡estaba cerrada la mierda! eran como las 4 de la tarde y parece que nadie normal toma alcohol a esa hora.
- Chuucha, está cerrado, ¿Qué hacemos?- dijo
- No sé po, vamos a otro lado, da lo mismo
- ¿Vamos al Mambo? ¿Lo cachai? - moví la cabeza diciendo noneees
- Es mi bar favorito, queda cerca de mi casa, es bonito, buena música y ambiente
- Jajaja ¿Y no será un poquito lejos? (quedaba a la loma de la chucha su casa)
-Si... pero da lo mismo ¡Vamos! - y yo como buena mujer sumisa -oh zi- accedí
Para ese entonces ya eran las 5 y tanto y ya había un taco de los típicos capitalinos, sobretodo ese riiiiiico que se hace en Vespucio. Nos demoramos como mil años en llegar y en todo ese rato hablamos, hablamos y hablamos de política, ovnis, música, fantasmas, papás, mamás y miles de cosas que ya ni me acuerdo.
Llegamos al Stripcenter donde se encontraba el famoso bar y habían varios hombres en una mesa viendo la tele
-Ohhh verdad que hay partido - me miró con care de entre verguenza y gatito de Shrek
- Entonces sentémonos ahí - le indiqué una mesa que daba a la tele (soy un amor, lo sé)
- Ya po, weeena
Nos sentamos y ya estaba atardeciendo, estaba rico el día, el verano estaba acabando pero ese día había sido muy caluroso. Pedimos Caipirinhas -nuestro trago de mina favorito- y seguimos con la conversa. Mientras me hablaba, trataba de hacerme una idea de él, de saber si me había gustado o si yo le había gustado, pero nada, ni idea de ni una mierda, estaba como en blanco y él tampoco dio indicios de algo. Entonces se hizo de noche y empezó a hacer frío, hice el típico movimiento de "uy tengo frío" para que atine y me diga "¿vamos?", y efectivamente, nos fuimos.
Me fue a dejar a mi casa tal caballero de película Disney, y obviamente seguimos conversando de ya ni me acuerdo qué, todo el camino.
El cabro me había caído la raja, como nadie hace muuucho tiempo, teníamos mucho en común, música, la ascendencia de nuestros apellidos, preferencias políticas, todo, todo.
Entonces llegamos a mi domicilio y me acerqué para darle el beso de despedida (en la cara), pero él corrió la suya.
- No, no puedo - le dije
-¿Por qué no? - nuestras caras seguían a un centímetro de distancia
-Es recién la primera cita po, te tengo que dar buena impresión jaja- le dije entre broma y broma
Y se acercó más y se me revolvió toda la caipirinha que tenía en la guata, "no, no debes" decía mi yo interior OpusDay, "sí, hazlo, hazlo" decía mi yo wild on. Y lo hice. Y que tanta wea, me había arriesgado todo el día en estar con un desconocido, en un lugar desconocido, andando por la ciudad en un auto desconocido. Y fue el mejor beso que un desconocido me había dado, ever. Pero el beso ya estaba tirando pa' largo y cada vez se ponía más tindereana la cosa, asi que paré, le dije una frase matadora -ah yia- y me bajé. "Lo dejé loco" pensé, pero parace que más loca había quedado yo.
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